Gracias a que crecí viendo tantas películas extranjeras, imaginaba de niña, que cuando grande (no más de 25 años, después me parecía que uno entraba a la etapa senil) iba a ir por una calle, una tarde de invierno con árboles sin hojas y, sosteniendo en una mano, una bolsa de papel de donde sobresalía un pan gigante. En mi imaginación del futuro, iba rumbo a mi apartamento de soltera y el frío sobre mi cara no podía si no esquivarlo con la bolsa de pan. En ese entonces no había conectado la realidad de que vivía en un país tropical, donde no iba llegar el invierno después del otoño y que el pan era en bolitas, se llamaba pan tema y viene en bolsa plástica.
Todo este preámbulo para que tengan una idea de la felicidad que sentí cuando Ana María Corena me habló de la panadería francesa La Fournée, en el segundo parque de Laureles. Allí el espacio físico está destinado para las baguettes, los panes de romero y los croissant de chocolate y almendras. No hay mesas. Compras y llevas y, puedes irte en plena primavera - verano, con tu bolsa de papel y tu baguette que te ayuda a cubrirte del sol.