Una cocina profesional no es un lugar idílico, hay calor contado en grados centígrados; una voz que se alza por encima de las demás dando órdenes, ollas y sartenes en ebullición y cuchillos danzando. Es un lugar tan serio como un quirófano, el margen de error debe ser mínimo porque aunque se trata de comida, sabes que ningún cliente quiere ser el plato del error.
Fui invitada a una clase magistral con del chef peruano Guido Gallia, que abrió hace poco su centro culinario en Medellín, y como suelo hacer con muchas cosas de las que hago, convertí esa invitación en algo bizarro, al mezclar la clase que yo quería con la que había elegido Ana María (La maldición Ruiz). Ella me había advertido que no estaría en ninguna clase donde se picara cebolla o se manipulara pescado. La convencí de acompañarme, pero con su limitación hacia algunos ingredientes, terminamos sentadas al fondo del salón, viendo como más de 20 personas se maravillaban con todo lo que preparaba Guido Gallia.
La apuesta de Guido Gallia de abrir su centro culinario en Medellín tiene que ver con el creciente interés de los paisas por el mundo gastronómico, lo que hace que cada vez sean más las personas que eligen este camino profesional, esto sumado a la buena reputación que la comida peruana tiene en todo el mundo. En la clase a la que asistí había muchos jóvenes con pinta de futuros chefs y también esos adultos que nunca faltan en cualquier curso, como la señora que llega tarde, pregunta todo y cuando le van a responder se pone a hablar por celular a pulmón herido y, está lista, para agarrar de primera, la bandeja de degustación. Como amo los guiones de la vida que te ponen estos personajes de reparto que dan color a la escena.
Esta clase era de pasabocas, pero ya han dictado de ceviches peruanos (la especialidad de Guido Gallia); de pescados y mariscos y de pasabocas dulces. El valor de la clase, que dura tres horas e incluye el recetario, la degustación, el certificado de asistencia, el gorro y el delantal, costaba $190.000 y en preventa, o sea antes de la fecha, $152.000. Curso recomendado no sólo para los expertos en cocina sino para los que les gusta recibir gente en casa y ser anfitriones por lo alto.
Volviendo a nuestra historia fallida de cocinar, Ana y yo nos acercábamos cada tanto al fogón para tener una idea de lo que se estaba cocinando. Los demás armaron grupos y ayudaron, mientras, yo observaba ese maravilloso mundo de la cocina y el detalle: armar ciento de cosas diminutas, que requieren de tanta previa y que terminan, literalmente, de un solo bocado dentro de personas, que seguro, estarán distraídas hablando y mostrándose en fiestas y cócteles y no caerán en la cuenta de lo que se metieron a la boca. Les dejo dos fotos; la mía posando con el gorro y el delantal y la de la soledad que representa Ana María en una cocina.
Aunque no toqué un cuchillo, la pase genial viendo a tantas personas disfrutar de esta nueva posibilidad culinaria que se abre en Medellín. Ahí les dejo los datos para que se anime. Ojalá de la cocina peruana aprendamos algo: valorar sus ingredientes milenarios y volverlos apetecidos por el mundo entero. Bueno, como que me agarró el amor de patria del 20 de julio.
Para cerrar la historia, Ana y yo no nos atrevimos a probar nada, porque no hicimos nada. Seguro todo quedo riquísimo pero nos fuimos antes de que se terminara la clase, para no quedar como las tipas mala onda que no cocinan y se quedan a comer.
Información: info@guidogallia.co
Teléfono: 301 724 70 74
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