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30 de julio de 2012

Ópera Pizza: bajo perfil , alto sabor


Está fuera del circuito gastronómico de moda, ni siquiera está sobre la avenida comercial que tiene a pocos pasos y el aviso está patrocinado por una marca de gaseosas, pero así, con ese bajo perfil se mantiene a tope de clientes. Se trata de Ópera Pizza que está en una de las circulares de la carrera 70.  Su buena fama se la debe a la rica  masa delgada, hecha en un gigante horno, y que es  receta de unos italianos, dueños de la pizzería.

Desde que arranque con este blog, hace menos de dos meses, perdí la autonomía para decidir a donde ir a comer, pues mis amigos me  dicen: -Tenés que conocer tal lugar- , y yo me dejo llevar. Es así como el sábado, María – la enemiga de la cebolla, el  ajo y el  tomate- escogió para una salida de amigas, ir  a Ópera. Nos sentamos  en el segundo piso, en una mesa, que por la ubicación, te  cambia la vida, es la única que da  a un balcón  desde donde ves la legendaria carrera 70.  Las cuatro amigas, coincidimos, en que era como estar en un restaurante de la parte vieja del Rodadero, en Santa Marta, - el clima y la temperatura del horno de barro ayudaban a sentirse en la costa colombiana, además, la arquitectura del barrio también, edificios de hoteles de  no más de cinco pisos, una que otra palmera, y garajes acondicionados como restaurantes.  De fondo, faltaba el vallenato, pero sonaba José Luis Perales en el bar del frente, que parece dotar de música a toda la cuadra.

Horno de leña Opera Pizza. Foto página Facebook

Pedimos una entrada caprese que viene acompañada  de pan integral tostado. Para que algo se llame caprese es obligatorio que tenga albahaca, pero esta no tenía y su remplazo fue el orégano. Tal vez se les  había agotado, porque en la carta estaba especificado que  venía con albahaca, y quizá en la cocina pensaron que no íbamos  a prestar atención a ese detalle,  pero me pasa justo a mí, que soy  una embajadora del caprese y  hasta soy didáctica para explicar de que se trata, pues pongo el siguiente ejemplo:  tiene los colores de Italia,  verde albahaca, blanco mozzarella y rojo tomate.  A pesar de que le faltó el sabor predominante, la entrada caprese estaba muy rica, y es perfecta para compartir entre cuatro.  Cuesta $6.000

Entrada Caprese, cuatro porciones.  Foto Ana Lía Baena


La carta tiene entradas, platos de pastas y  26 combinaciones de pizza, estas últimas  en un solo tamaño, de 6 porciones.  Nosotras pedimos tres pizzas, pero con dos habría sido suficiente.  Escogimos la que se llama Ópera    y  que  trae  salami, aceitunas, alcaparras, champiñones y tocineta. Vale  $18.000.


Pizza Opera. La especial de la casa. Foto Ana Lía Baena

También pedimos la pizza julio con jamón, salami y maíz tierno  que vale $18.000. Yo propuse que para combatir tanto embutido pidiéramos una vegetariana, no me hicieron muy buena cara pero aceptaron, está tenía berenjena, pimentón rojo y champiñones y costó $16.000. De tomar, pedimos cerveza michelada. Caro pidió que les dijera  a ustedes que no le gusta que le michelen el vaso con limón amarillo, porque no sabe igual. Y si, es menos citrico pero tampoco es la muerte.


Yo modelando la pizza vegetariana, al lado la pizza Julio. Foto Ana Lía Baena


Dentro de los condimientos que había en la mesa nos encontramos con una cosa maravillosa, que nos contó el mesero que es aceite de oliva, con hierbas y ají. Es picante, pero solo se siente  después de un rato y no es tan fuerte como para opacar los demás sabores de la pizza, así que súper recomendado echarle un chorrito minino de este aceite, no van a necesitar ni la pimienta, ni el orégano, ni ningún otro condimento.

Aceite de oliva y aceite de oliva con hierbas y ají. Foto Ana Lía Baena


La atención en Ópera es rápida, como nos hicimos en el segundo piso, y no había más mesas ocupadas, un mesero se quedó  todo el tiempo ahí paradito, atento a lo que necesitáramos.  Dato aparte: no se excedan con las cervezas porque la bajada de esas escalas, es como descender por una escalera de bomberos.


La fachada de Opera, para que si van, la encuentren fácil. Foto tomada de la web


La cuenta fue de  $78.000, y ellos no incluyen la propina, ni siquiera la sugieren como en la mayoría de los restaurantes en Medellín. En Ópera  te dan una comanda, es un papelito bien de tienda, y vos tenés que ir a la caja a pagar. Debe ser un sistema desconfía meseros, supongo.  Cada una de nosotras pagó por esta comida $21.000, contando la propina muy voluntaria y de muy buena gana por la excelente atención.

Cuando salimos, vi que al frente había un restaurante, también con letrero patrocinado por marca de gaseosa, y que anunciaba comida española e italiana. Pasamos para chismosiar y el dueño, que nos dijo que era español de la Rioja,  es quien cocina y atiende.  Miramos la carta y me antojé de pulpo a la gallega y  de algunos  risottos. Agarré una  tarjetica y me lo agendé como salida para el próximo fin de semana.  Estoy emocionada por ir, es que me gustan mucho los restaurantes de garaje, atendidos por el dueño, que a la vez es el cocinero. Casi siempre te encontrás con muy buenas sorpresas en sabores y servicio.  Ustedes se pueden adelantar, ya saben, en la calle 42 con la carrera 70  encuentran, uno frente al otro, a  un italiano y su pizzería y a un español y su restaurante.

27 de julio de 2012

De picnic con el Grinch

Una persona a la que no le gusta  ni el  tomate, ni la cebolla, ni el ajo, no puede ser feliz. Si, tendrá algunos espasmos de felicidad durante su vida, pero plenamente feliz, eso, se los aseguro, que no será,  y  lo digo porque conozco uno de esos seres extraños.  Desde hace mucho tiempo tenía ganas de hacer un picnic en Ciudad del Río.  El sábado, Caro Acosta, muy divina,  se apareció en mi casa con un mantel a cuadros rojos nuevo, y confirmó que iría  al día siguiente al picnic.  Además de Caro, iríamos Paula Vélez,  otro alguien, que para efectos de este relato, llamaremos El Grinch y yo.

 El domingo le pregunté por el chat del blackberry a Caro Acosta, a que hora pasaba por ella,  me respondió que aún estaba borracha del día anterior, que no paraba de vomitar y cerró la conversación con ese emoticon de carita verde que está por explotar del malestar. Perdíamos a un soldado, pero quedábamos tres en la batalla, uno de ellos con su propia cara verde de Grinch.  Paula Vélez  y yo nos encontramos primero para comprar el vino para la sangría, aceitunas, queso sabana y una gaseosa sprite grande. Fuimos al D1, ya el día anterior habíamos hecho una preproducción de nuestro picnic, y habíamos decidido que compraríamos algunas cosas  en el minimercado,  que es furor en Medellín,  por los precios bajos.

Después fuimos por El Grinch, que nos estaba apurando desde hacia una hora, porque tenía hambre. Paramos en Carulla de Laureles y compramos un pan artellano grande, un pastrami de pavo, un dips de hierbas y un aguacate para usarlo como salsa natural en el sanduche, pues como saben,  nuestro Grinch no come ni tomate, ni cebolla. También compramos naranjas,  uvas, fresas, manzana verde y roja  para la sangría.



Nuestra tarde de picnic en Ciudad del Río. Fotos tomadas por todos

A Ciudad del Río llegamos casi a las tres de la tarde, estábamos emocionadas por el día de sol, por el aire fresco y por nuestro picnic, y no había cerrado la tapa del baúl del carro, cuando El Grinch emitió,  la primera de sus frases positivas: “Espero que no nos den las seis de la tarde en este lugar”. O sea, nos pinchó el plan poniendo cronómetro, porque aparte de su antipatía por  ciertos alimentos, este Grinch detesta salir los domingos, y se pone peor si le dan las seis de la tarde fuera de su casa. Caminamos unos pasos buscando un lugar donde extender nuestro mantel, y cuando encontramos un par de metros cuadrados libres, El Grinch comentó: ¿Por qué hay tantos señores acá? Que se vayan a otro lado, esto es para jóvenes. -Mmmm, mi querido Grinch, cuando se está más cerca de los 40 que de los 30, no se pueden decir esas cosas-.

Yo me ocupé de hacer los sanduches, Paula Vélez de picar la fruta para la sangría y El Grinch de exprimir  las naranjas en el vino, además, de estar atento porque unos chicos se sentaron cerca de nosotros y como no tenían cara de estar de picnic, El Grinch temía que nos fueran a robar. Cuando los chicos se fueron esta frase se oyó: “ Yo pensé que estos se iban a quedar acá velándonos”, ¿Quién la habrá dicho?.

El Grinch camuflada con gorra y gafas y Paula Vélez. Foto, yo


El Grinch sonríe junto a Paula Vélez. Foto, yo

Ciudad del Río es un complejo urbanístico de torres de apartamentos, museo y zonas verdes públicas. Para los que conocen a Medellín, este es el  Carlos E. Restrepo de este siglo. En esos apartamentos viven los nuevos matrimonios y amigos solteros de pensamiento progre, entonces cuando uno está visitando el MAM, comiendo en el restaurante francés Bonuar, o está de picnic, llama a uno de sus amigos yupis con onda, - la mayoría de los yupis tienen la peor onda-,  para que se sume a tu programa. La llamada esta vez fue a Daniel Carvalho, que  podría ser yupi, pero es rasta, bueno, rasta yupi. Daniel está acostumbrado a que lo busquen cada fin de semana para este plan, así que se nos unió con unas  galletas oreo para el postre y un parlante para el ipad. El licor suavizó a nuestro Grinch y pudimos pasar la frontera de las seis de la tarde en Ciudad del Río, aunque no sin antes advertir: "Ese vino barato me va a dar dolor de cabeza" 
El Grinch al descubierto junto a mí. Foto, Paula Vélez
Paula Vélez con cara de mucha sangría y yo,. Foto, El Grinch
Era  mi primer picnic en este lugar, y aunque la pasamos súper, nos molestó que cada cinco minutos pasaban vendiéndote algo. Es como estar en la playa de Bocagrande en Cartagena, donde cada 30 segundos te interrumpe un vendedor ambulante. No me disgusta el trabajo informal, de hecho a eso me dedico ahora, pero creo que cuando uno va de picnic la idea es llevar todo lo que necesitas para estar tranquilo, no tienes ganas de que interrumpan tu descanso ofreciéndote desde esmaltes para uñas hasta postres.  



Para nuestra tarde de picnic, cada una gastó $20.000  y tratamos de comprar justo lo que ibamos a consumir, porque cuando comprás de más en este tipo de plan, hay que volver con comida que después hay que botar y no estamos de acuerdo con el desperdicio.  Si van a hacer este plan les recomiendo hacer pipí antes, porque no hay baños en los sitios de picnic, echarse bloqueador solar, llevar todo en recipientes plásticos, y por supuesto, recoger antes de irse, cualquier vestigio de su paso humano por un lugar verde, dicese, basura. Ah y no olvidarse, por nada del mundo, invitar a ese amigo Grinch que todos tenemos, sin él, sin ella, esa tarde no sería tan divertida.

25 de julio de 2012

Los smoothies y los shakes: combinaciones que no le gustan a todos


No hay nada que me enoje  más que un cliente grosero. Hay personas que creen que su plata los convierte, momentáneamente, en reyes de una monarquía, y maltratan a otros porque hay un billete de por medio.  El lunes pasado estaba haciendo unos trámites en el Centro Comercial Los Molinos, y aproveché para pasar por Sheika, para hacer una reseña de estos smoothies. Delante mío, en la fila, había dos mujeres, creo que madre e hija, no sé que pidieron, pero les prepararon el smoothie en dos minutos, se fueron y a los 30 segundos volvió la más joven, que, con cara de asco, le dice al encargado del local - Ay no, esto sabe horrible, devólveme la plata-.  El pobre chico, que se ve que es uno de los dueños, le entregó la plata sin hacer ningún comentario, pero, al igual que las otras tres personas que estaban atendiendo, se quedó desencajado. Probaron entre todos el smoothie, que la maleducada esta, había dejado ahí tirado sobre la mesa, sin dar razones de que era lo “horrible” de la bebida. Ninguno encontró nada malo, tal vez ella se había equivocado al pedir una combinación que no le iba a gustar. Yo miraba la escena bastante incómoda, porque un desplante, delante de otro cliente, es fatal para el dueño del negocio. Mi sobrina de 10 años también estaba asustada por la grosería de la tipa, así que aproveché para dejarle una enseñanza a mi estilo: -Pero mira lo que es, una flaquita culi chupada y pálida, con una cara de mal cogida que necesita de tres hombres trabajando para desquitarse de sus desgracias. Tú, por más miserable que sea tu vida, no maltrates a nadie-.  Creo que lo de mal cogida no lo entendió, pero el resto sí.


Jugos con perlas de Tapioca. Foto Facebook Tapioca Shakes





Sheika del Centro Comercial Gran Plaza. Foto  Facebook Sheika



Pasado el episodio,  pedí un smoothie pequeño de lulo y maracuyá, ya lo había probado antes y me había gustado mucho,  porque aunque son dos frutas bastante cítricas, al combinarlas con helado se les baja un poco la acidez. El smoothie hay que tomarlo muy despacio porque al tener hielo y helado, te entra directo al cerebro y te congela todo, ¿Se acuerdan de esa sensación, cómo de accidente cerebro vascular, cuando te tomaste algo muy frío? Bueno, algo así me pasó la primera vez que fui a Sheika y  en esta ocasión me cuidé de no terminar con media cara paralizada. El vaso de 16 onzas cuesta $4.900 y el más grande vale $6.900. Lo ideal es comprarlo y seguir tu camino  viendo vitrinas, porque igual no hay mesas, es para comprar y llevar.

Smoothie de lulo y maracuyá. 16 onzas. $4.900. Foto, yo



Averigüé que Sheika  es un emprendimiento de dos chicos, uno de ellos de 19 años, que abrieron el primer local este año en el Centro Comercial Gran Plaza, en el Hueco y hace un par de meses, abrieron el segundo Sheika en los Molinos. Parece que la idea les surgió después de viajar y ver que en Australia   y Estados Unidos los smoothies estaban pegando fuerte. Y si, coincido con ellos,  sería una tontería no hacer un negocio como estos  en Colombia, donde el clima es tropical y  hay una inmensa variedad de frutas. Pero  a las buenas ideas, a veces les salen extravagancias, y mientras en Sheika se van por el popular helado, en Tapioca Shakes, hacen combinaciones de frutas con perlas de tapioca. Según como lo explican en su página de facebook “Las perlas de tapioca, también conocidas como “boba”, se derivan de un almidón llamado mandioca. Tienen la textura de una goma, son dulces, fáciles de masticar y toman el sabor de la bebida donde se encuentren”.  La mandioca o la tapioca, es lo que ustedes y yo, conocemos como yuca, solo que estás perlas vienen desde el sudeste asiático para meterse después en su vaso.  

Un día que estábamos en el Centro Comercial Santa Fe, Carolina me tenía loca con que entráramos a Tapioca Shakes, me hice la boluda, y como no claudicó en su intento, arrastró a Juliana, otra amiga. Después las dos me llamaron conmocionadas de lo horrible de la bebida, sí, horrible como lo dijo la culichupada en Sheika. Habían pedido una bebida de banano y otra de Blueberry, y lo que les entendí en medio de la gritería para explicarme, es que las tales perlas de tapioca en el fondo del vaso, les arruinaron la bebida.  Cada vaso les costó $7.900. Un bajón pagar esa plata por un jugo de banano, y que encima, te sepa horrible. Yo voy a tener que ir a probar, tal vez a mí la yuca en bolitas me guste.

Tapioca shakes. $7.900. Foto  Facebook Tapioca Shakes



La  moda de las combinaciones de frutas ya se instaló, pero parece, que algunos clientes, aún no estamos  preparados para ciertas mezclas,  más allá de esa, que fue furor a finales de los ochenta, la de tomate de árbol injerto en mora. Parece ser también, que algunos que empiezan estos negocios, se toman con mucha ligereza el tema de los blends, y no tienen en cuenta que la cocina como el amor, es cuestión de química, y hay que ser rigurosos en las proporciones para que no explote ni sepa horrible.

23 de julio de 2012

Nos casamos con Naan


Comer es un ritual, a veces obviamos el ritual y usamos la comida de excusa para hablar con alguien, otra veces ese alguien es una excusa para comer bien, pero cuando la compañía y la comida han sido elegidas como un perfecto maridaje, el ritual se hace sublime. Para la primera salida de Manteles a Cuadros, Sara Jaramillo -una de las seguidoras del blog-, había sugerido Naan, sabores de India-. La cita era a las 7 de la noche, un poco temprano, pero por ser jueves, previo al día festivo del 20 de julio, había que asegurarse un lugar de parqueo en el barrio Provenza. Fui una de las victimas de la falta de estacionamiento, me tocó dejar a Carolina  Acosta en la puerta del restaurante para no perder la reserva e irme hasta el hotel 10 a estacionar, y después caminar cuatro cuadras hasta  Naan. Los demás tuvieron mejor suerte y parqueraon cerca del restaurante.  A mí no me molesta estacionar lejos, pero si recomiendo que cuando vayan a esta zona, usen un solo carro, así se evitan el estrés, ayudan al medio ambiente y comparten los gastos del estacionamiento.
 


Era la primera vez que nos reuníamos, asi que apelamos a  la La teoría de los seis grados de separación para no sentirnos incómodos. Después de que cada uno contó su odisea para atravesar la ciudad un jueves con bonus track, pedimos entradas para compartir,  la sugerencia de elegir estos platos fue de  Juan Roberto López  y Juan Pablo Lema, que como Sara, saben mucho de comida de la la India. Pedimos dos porciones de variedad de panes de la casa, que incluía el naan, roti y papads, acompañados de salsa de mango, otra salsa a base de tomate, salsa de maní y salsa de berenjena. Normalmente una porción trae dos salsas.

Variedad de panes $12.000. Esta son dos porciones de esa entrada. Foto Sara Jaramillo



Comimos el pan como si recién saliéramos de la guerra de Vietnam y  seguimos con  otras dos entradas: Bhajis de vegetales, que vienen fritos en corteza de garbanzos, acompañados con una raita (salsa) de pepino. A los bhajis les sumamos unas pakoras de camarones, también rebozadas en harina de garbanzos,  pero con raita de ajo y cilantro.  A pesar de ser comida rebozada y frita no cae pesado. Claro que como seguíamos hambrientos, cada uno lo que consiguió de estos platos fue una degustación, pero hasta el momento todos eran sabores distintos a los que estamos acostumbrados en nuestra dieta colombiana.


Entrada bhajis de vegetales $6.500. Foto Sara Jaramillo





Entrada de pakoras de camarones $15.000. Foto Sara Jaramillo


A la hora del plato fuerte la mayoría escogimos  lo nuevo de la carta de Naan, el pollo tikka masala, que tiene una base de yogurt y de garam masala, -una mezcla de especias entre las que están el coriandro, la canela, el clavo de olor y el cardamomo,  y que varía según el cocinero-. En Naan este nuevo plato está coronado con semillas de nigella,  que por primera vez se consiguen en Colombia, gracias a Abrete Sésamo.  Otros pidieron curry amarillo de pollo y curry rojo de camarones.  Juan Pablo Lema pidió el atún fresco en corteza de especias, pero no había, lo traen desde Bahía Solano y el vuelo es sólo dos veces a la semana. Seguro lo encuentran en el menú los sábados en la noche.   Los platos principales vienen acompañados de pan o arroz, para el pollo tikka masala escogí un arroz basmati, que en sabor, es como el nuestro, solo que el grano es más grueso, Algunos pidieron el arroz con limonaria y otros pan para remojarlo en la salsa. Aunque la mayoría de los platos son picantes, esa sensación se mantiene pocos segundos en la boca, Es recomendable acompañar estos platos con un lassi, bebidas a base de  yogurt para que el paladar y el estómago no se resientan con la mezcla de tantos condimentos, Esta recomendación va para Felipe Soto, que sudaba y tenía la cara roja, pues su plato lo acompañó con una cerveza. En Naan los platos  traen a un  lado unas delgadas tiras de pepino, supongo que para limpiar el paladar  y que un sabor predominante del plato no te impida degustar otro.


Plato Pollo tikka masala $18.500. Foto página Facebook Naan
Lassi de tamarindo, de hierbabuena, banano $5.000 Foto página de Facebook de Naan.



 En este punto de la noche ya  habíamos entrado en confianza, entonces nos dabamos a probar los platos entre todos. El curry de camarón estaba muy rico y muy picante, el butter chicken tenía un buen gusto a cardamomo.   La comida tan condimentada como la de la India, da rápido esa sensación de estar satisfechos, pero es difícil no querer cerrar una comida especial  con un postre, así que compartimos entre todos un halwa de zanahoria, un mango especiado y un kulfi, que fue el que más gustó en la mesa, se trata de un helado a base de azafrán.

El de la der, es  Kulfi $8.000,el de la izq. mango especiado $6.500 y arriba el halwa de zanahoria$6.500. Foto Sara Jaramillo


 La cuenta fueron $456.000 con la propina incluida, eramos 10, asi que cada uno pagó $46.000. Hice mis cálculos y una pareja que comparta una entrada, dos bebidas y dos platos fuerte, puede pagar en promedio cada uno  $35.000.  No me parece costoso para una salida donde seguro quedarás feliz de que tu paladar pruebe muchos sabores distintos.

El servicio de mesa de Naan es de los mejores que me han tocado últimamente en Medellín, porque  creo que el talento de un mesero es estar informado sobre los platos,  pasar desapercibido durante toda la comida -que no esté cada cinco segundo retirando cosas- y  que  sirva los platos sin equivocarse en el pedido, en eso Naan se lleva 10 puntos,  también la comida tiene 10 puntos. Lo único en que se raja Naan, es en lo complicado que es estacionar en Provenza, pero trabajan para contrarestar esto y desde junio ofrecen el servicio de valet parking los viernes y sábado en la noche.


De izquierda arriba: Paula Vélez, Mary Loaiza, Yo, Caro Acosta, Ana Lía Baena. A la derecha arriba: Juan Pablo Lema, Juan Roberto López, Sara Jaramillo, Adriana López y en el fondo dirigiendo la mesa, Felipe Soto



Esta primera salida de Manteles a Cuadros me alegró el alma. A veces  hay que combatir esa idea  de que armar cualquier grupo de desconocidos  es muy mañé, que es de solitarios perdedores o hasta foco para pervertidos.  Cuando miraba a cada uno de los que estaban en la mesa,  vi a mis amigas que me vienen haciendo el aguante con el blog, a otros que quiero que sean mis amigos porque tenemos en común el disfrute de la comida y la vocación de hacerle el aguante,  a quienes amplian la oferta gastronómica, en esta ciudad de sabores tan conservadores.  A Pipe soto, Adriana López, Caro Acosta, Ana Lía Baena, Mary Loaiza, Paula Vélez, Sara Jaramillo, Juan Roberto López y Juan Pablo Lema,  gracias por estar en ese primer Mantel a Cuadros,  que se repetirá, con la misma buena onda, el 16 de agosto, en Verdeo. El que lea esto, esté en Medellín,  y quiera sumarse, sabe que es bienvenido a  explorar lugares y sabores en buena compañía.     

19 de julio de 2012

En Verdeo lo doy porque quiero


Paula Vélez lo da porque quiere, y lo da los martes y jueves, como  muchísima otra gente que , primero, lo daba en el ya desaparecido bar Calle 9,  y desde hace un par de semanas, en el restaurante Verdeo y  la Miscelánea.  Para que me entiendan, Lo doy porque quiero es un evento semanal de charlas sobre diversos temas, donde expositor y público están en un ambiente relajado, fuera de la rigidez de un salón de clases, y sin el formalismo académico o laboral.  Resulta que el martes pasado el tema era “Europa en Sabores” y el expositor, Juan Pablo Tettay, quién es  critico gastronómico y  trabaja para El Colombiano.  Paula Vélez me invitó a que yo también lo diera, porque sabe que me gusta el tema culinario y porque desde hace meses quería conocer el restaurante Verdeo, que está en la carrera 35 # 8A-3  en el barrio Provenza.
Público de lo doy porque quiero en Verdeo. Foto Paula Vélez
 Mientras escuchábamos  a Juan Pablo Tettay  hablar del origen de las tapas españolas,  Paula V, Ana Lía y yo pedimos para compartir una entrada de papas criollas al champiajillo -raro en mí hacer esta elección, sabiendo que le tengo pánico a los platos con nombres compuestos por  la creativa forma de las  primeras sílabas  de ambos, ejemplo: champipollo choriarepa, etc-.  No sé si era por el tema de la conferencia, o porque era hora de la comida, pero el sabor de esa entrada jamás lo olvidaré por lo rica que estaba. Eran papas criollas con champiñones enteros, bañados en una salsa de quesos. La consistencia era muy suave y después de cada bocado te dejaba un leve sabor a limón.
Guandólo con flor de Jamaica $3.500 y papas criollas $9.500. Foto Paula Vélez
Ana Lía quería pedir una coca cola, extraño en ella, pues siempre quiere bebidas naturales, pero justo la pidió en un lugar que venera lo saludable y por lo tanto no venden gaseosas. Así que  las tres pedimos  guandólo con flor de Jamaica, para quienes no sepan, el guandólo está hecho a base de panela y limón o naranja agria, la flor de Jamaica le daba un toque de frescura y por supuesto, le cambiaba el color café de la panela por un rojo intenso.

En este punto de la noche, Lo doy porque quiero iba en la mitad de la charla de Tettay, que después de explicar algunos platos típicos españoles, pasó a hablar de la comida francesa, en especial de los picnics que se arman en cualquier lugar de París.  Atrás de todos los asistentes estábamos nosotras tres, enloquecidas con nuestros platos principales, yo pedí una  hamburguesa verdeo, que está hecha a base de siete granos y tiene pan integral,  para acompañar puedes elegir entre papas criollas con romero o ensalada,  escogí las papas que venían con  una salsa pesto. Sé que remplazar la carne de la hamburguesa es algo impensable para muchos, pero hagan el intento, antes había probado hamburguesa de lenteja y me supo a carne, y está de siete granos, estaba simplemente deliciosa.
Hamburguesa Verdeo. $14.500. Foto Paula Vélez



La carne es de siete granos entre ellos lenteja. Foto Paula Vélez


Entre Paula V y Ana Lía pidieron un derretido de tres quesos, en pan árabe, con manzana verde y champiñones, también pidieron de guarnición las papas criollas, que les sirvieron con una exquisita salsa de maracuyá.

Derretido de tres quesos $17.000. Foto Paula Vélez

 Mientras nosotros no parábamos de comer, Juan Pablo Tettay hablaba de Roma, de los restaurantes cerca a la Fontana di Trevi, y  cerraba su charla de “Europa en Sabores”  con un consejo que puede servirnos de guía para elegir restaurante cuando viajamos: “Cuando voy a un restaurante del que no tengo referencias me dejo guiar por la música, si esta me gusta, la comida también me sabrá rico, si no hay música, lo que miro es que el lugar no este lleno de turistas, porque si es así, seguro la comida es cara y mala”


Para cerrar esta noche, en Verdeo nos ofrecieron una degustación de ceviche de soya y mango biche, con  galleta de soda. Muéranse, si cierran los ojos creen que están comiendo camarones por lo parecido del sabor y sobre todo por la textura medio gomosa que tiene este ceviche, eso sí de apariencia no es tan  apetecible. No le tome fotos, pero pruébenlo si pueden.

Nuestra cuenta por la entrada de papas champiajillo, tres guandólos con flor de Jamaica, una hamburguesa verdeo y un derretido de tres quesos fue de $56.000 con el servicio incluido. Un promedio de $19.000 cada una.  Yo a Verdeo espero volver, no una, sino muchas veces, porque no me alcanzó ni la vista, ni el tiempo, y menos el paladar para comerme por completo ese lugar, que aparte de ser restaurante, esta conectado por unas escaleras con el mercado orgánico CERES. Además si no estoy loca ni bajo el efecto de algún alucinógeno, creo que la decoración de Verdeo está inspirada en Alicia en el País de las Maravillas, bueno, a mí,  el Sr. Conejo Blanco  se me apareció todo la noche que pasé en Verdeo. ¿Solo me pasa a mí?

18 de julio de 2012

Plaza Mayor: vetado el menú ejecutivo


Había pasado la mañana haciendo unos trámites en Plaza Mayor, eran más de las 12 del día y estaba que colapsaba del hambre, entonces llamé a Paola, una amiga, que trabaja en Teleantioquia, para que almorzaramos  en la Zona Viva de Plaza Mayor.  Hace un mes, las dos,  habíamos comido en Fellini, antiguo Primos. Esa vez pedí pasta, que estaba rica, pero me llamó la atención, que siendo una zona de oficinas, no  ofrecieran un menú ejecutivo.   Ayer nos sentamos en Spiga y volví a mirar la carta con minuciosidad, para ver si este lugar  tenía una propuesta de menú diario. Lo que ofrecía Spiga era bastante crossover: Wok, pastas, pescado, pollo y carne a la plancha. El plato más barato eran unas pastas al burro –  que no es más que  espaguetis, mantequilla y queso-  El plato obligado de estudiante que vive solo y se niega a gastarse la plata del fin de semana en una compra en el supermercado.  El precio en Spiga por esta simpleza de plato era de $11.000,  los demás platos están entre los  $20.000 y $25.000  

Paola y yo pedimos, cada una, un wok mixto de carne de res y pollo. Estos lugares están preparados para servir rápido porque la mayoría de los que comen ahí a diario, tienen una hora cronometrada de almuerzo.   El tiempo que pasó entre el pedido y  que el plato  estuviera en la mesa fue menor a 10 minutos. Me gustó la presentación del wok porque tenía encima una  estrella de carambolo. En cuanto a sabor, estaba más rico el pollo que la carne, pero el arroz estaba en un buen punto, para nada parecía recalentado,  algo que  temía por la rapidez del servicio, aparte nos trajeron unas salseras que parecían teteritos, había soya, piña, una roja muy picante -que no sé que era pero que me hizo muy feliz- y una salsa de uchuva, que fue la que usé porque estaba deliciosa.

Wok mixto $20.600. Se ve poco pero es suficiente. Foto, yo
Salsas para el wok. Foto, yo

 Para tomar pedimos limonada de coco, los que están en Medellín saben que por estos días hace un calor insoportable, así que tocaba pedir algo bien frío, y como se puso tan de moda la limonada de cualquier cosa, menos de limón, nosotras escogimos la de coco, que en Spiga está muy buena con mucha, pero mucha, leche de coco.
Limonada de coco $4.500. Foto yo


El almuerzo fue corto porque Paola tenía que volver a su trabajo. Eran las 2 de la tarde y los restaurantes estaban semivacíos, supongo que la mayoría de la gente volvía a su oficina.  Nuestra cuenta fue de $55.200 con el servicio incluido, o sea $27.000  cada una.  Yo estaba de paso por la zona, así que me podía dar ese lujo, pero ¿Dónde come la gente que trabaja ahí cerca? Por qué así pidas, los cinco días, una pasta al burro, no pagas menos de $20.000 promedio diario de almuerzo.  ¿O será que la gente que trabaja allí gana en dólares, y mucho?  

Haciendo un análisis más tranquilo de la NO posibilidad del menú ejecutivo, me imagino que es un pacto inviolable entre todos los dueños de restaurantes, porque el primero que lo rompa, no da abasto. Plaza Mayor es el epicentro de las ferias nacionales e internacionales en Medellín, y seguro que tener un local allí no debe ser nada barato, y los precios son más para los visitantes a las ferias que para los trabajadores de ese sector, pero no todos los días hay extranjeros  caminando por ahí, así que podrían ponerse la mano en el corazón por todos los oficinistas y ofrecer un menú ejecutivo medio glamuroso que esté entre los $15 y $ 20 mil pesos, que de al menos para probarlo el día que pagan la quincena.

16 de julio de 2012

En Fenicia soy una señora


Cumplí años hace un mes,  pero ustedes entenderán que una foodie como yo tiene que poner  festejos en lista de espera.  Mi amiga Dora se inscribió para celebrarme el cumpleaños, y esperó su turno, casi como se espera un turno de cirugía en una EPS. Sí, sé que estoy desvariando, debe ser que inhalé la pintura fresca de mi cuarto,  el asunto es que Dora me pidió que escogiera un lugar para ir a comer, así que pensé en comida árabe, y buscando en guías de restaurantes, me gustaron  tres lugares, dos de ellos, en El Poblado,  pero estaba mamada de El Poblado, quería ir a donde no tuviera que ocuparme más en conseguir parqueadero,  que en comer. Me acordé de Fenicia, al que había ido un par de veces y que está en la  carrera 73 con Circular 2, Avenida Jardín en Laureles.  No sabía que esta maravillosa invitación iba a ser mi debut como SEÑORA, pero es algo que les contaré al final porque tengo que relatar cronológicamente como nos fue con la comida.


Pedimos de entrada hummus -Soy intensa con mis antojos, hasta que no quedé hastiada no paro, esta era la segunda vez, en tres días, que comía este puré de garbanzos con pan árabe.  A diferencia del que comí en Zorba ,  el hummus de Fenicia tenía más presencia de ajo y aceite de oliva.

Entrada de hummus $6.000. Foto, yo


De plato fuerte yo pedí un plato mixto Fenicia que trae, arroz árabe - con  pollo y almendras-, un kibbe, dos rollitos y tabulé, además de un pequeña porción de hummus – tercera porción de hummus que comía en tres días –. Dora pidió un shawarma mediano y  semiabierto con kafta – carne de res molida con especias-. El shawarma venía acompañado con dos salsas: labne - que es yogurt cortado-  y  salsa de ajo. Mi plato estaba muy rico. Sé que el arroz árabe puede parecer un tanto grasoso, pero es un gusto que me doy muy de vez en cuando y sin culpa. EL  tabulé de Fenicia ha sido uno de mis preferidos en la vida. El shawarma no lo probé pero Dora me dijo que sabía mejor con la salsa de ajo que con el labne.  La presentación del shawarma no me  gustó para nuestra mesa, papel aluminio y bolsita plástica desentonaban con nuestras copas de vino tinto. Supongo que viene así para que no se te desparrame el contenido, pero me parece que es más comida para llevar que para servir en la mesa.

Plato Mixto Fenicia $17.000. Foto, yo

Shawarma mediano semiabierto $11.000. Foto, yo


A Fenicia hay que ir  temprano, porque por tarde, cierran a las 9 p.m los sábados, así que no pedimos postre para irnos después a otro lugar a tomar un café con más calma.  La compañía y la comida eran perfectas,  pero un suceso en ese lugar cambiaría algo dentro de mí.  Resulta que en Fenicia  no aceptan tarjetas de crédito- para que lo tengan en cuenta, solo reciben  efectivo y débito Bancolombia-. Aunque Dora era quien había hecho la invitación, y solo traía la tarjeta de crédito, yo me ofrecí a pagar y así empieza la escena con uno de los meseros:
Yo: -¿Me puedes traer la cuenta?
Mesero: - Por supuesto , SEÑORA
Siento un frío que me recorre todo el cuerpo, y pienso que no debe dolerme tanto, porque para el mesero, que no debe pasar de los 20 años, alguien de más de 25 años es un señora.  Me tranquilizo y con la cabeza en alto voy hasta la caja a hacer la transacción. Detrás del mostrador esta una Señora, creo que es la dueña, una mujer con acento medio caribeño y entre 55 y 60 años.  Ella muy amable pasa la tarjeta por el datafono y me dice.
-Ya puede firmar, SEÑORA.
Whattt?????? Me tiembla todo. Firmo rápido  para salir de ahí corriendo.
Que un chico de 20 años te diga SEÑORA, duele, pero que una señora de verdad te lo diga, te apuñala.

Le agradezco a Dora el celebrarme el cumpleaños, pero no quede con ganas después de mi debut como SEÑORA.  A pesar del duro golpe a mi ego, les recomiendo Fenicia.   Por una entrada de hummus, un plato mixto fenicia, un shawarma mediano, media botella de vino tinto y una coca cola, Dora pagó  $64.500 – ellos no incluyen en la factura la propina- .  Para dos personas que quieran ir a comer y no tomen vino, el promedio puede estar en $20.000. Muy barato, teniendo en cuenta que la comida es deliciosa.

11 de julio de 2012

Es hora de comer juntos

Manteles a Cuadros está cumpliendo su primer mes.  Y  sí,  estoy medio mamada de escribir por lo menos cuatro post semanales pero al rigor cuando me imagino a cualquiera de ustedes sacando un par de minutos de su vida para leer, ni que hablar de los que comentan, a esos todos mis respetos porque un comentario es un orgasmo para un bloguero.

Cuando empecé  Manteles a Cuadros quería hacer un aporte desde la critica y  desde los comentarios de ustedes para que así  aumentara el  gusto por  salir a comer y atrevernos  a probar comidas diferentes, algo que diez años atrás en Medellín era muy triste pues local que no tuviera un carriel exhibido y tres aguacates disecados en de la decoración, estaba destinado al fracaso.  Restaurante que funcionaba era  porque vendía bandeja paisa y perros calientes,   algunos "exóticos" con su  versión de comida mexicana y uno que otro restaurante de comida de mar y pare de contar. 

"El objetivo se está cumpliendo", dirían mis amigos futbolistas o los amigos que me han acompañado en este mes y se han aguantado que le tome fotos a los platos antes de que los prueben, me lleve las facturas y esté durante toda la comida con una libreta escribiendo datos que les puedan servir a los lectores, que han estado de cuerpo presente y  los otros que me leen tan lejos, en lugares como: Songkhla en Tailandia, en Ontario y Manitoba en Cánada, en Zug, Suiza, y en más lugares de 15 paíse, seguro, colombianos que extrañan estar acá y tener la oportunidad de ir a comer a cualquiera de estos lugares.  Varios de esos lectores, los de cuerpo presente  han sugerido  que armemos un grupo para que salir a comer cada 15 días, así que aqui va la propuesta:

Los jueves, cada 15 días nos ponemos una cita, la elección de ese restaurante es de algún seguidor del blog, los demás nos sumamos y confirmamos asistencia a través de los comentarios, si se complica comunicarnos, abrimos un foro. Cada quien llega al lugar a esa hora pactada, no se preocupen por hacer el ridiculo, que si no llega nadie, sabrán que al menos yo cumplí y ahí estaré. Esto no será como Radioactiva en la época de Ovidio Morales y su club de corazones rotos, nada que ver, tampoco es un club de amigos, ni un grupo de apoyo para personas con problemas con la comida. Nada, todo tranquilo, vas, comés, te reís y si querés repetir volvés. 

Así que quedamos para el  26 de julio como primera salida, ¿el lugar? espero que alguien tome la delantera y sugiera uno.  Los estoy esperando. Comenten.

9 de julio de 2012

Zorba: un nuevo lugar en el mundo


En una conversación por teléfono con Julián R. él trataba de convencerme de que Medellín  es el mejor lugar del mundo - cosa que intenta todo aquél que sabe de mi amor desmedido por Argentina- es que Julián R. es como un Uribito, pero bueno, y se emociona hablando de la transformación de Medellín.  En uno de sus discursos telefónicos me contó que le encantaba ir a Zorba, no hice ningún comentario, Julian R. es un yupi con buena onda,  pero pensé que no podíamos estar hablando del mismo lugar, el único  Zorba que había escuchado en mi vida, era ese restaurante sobre la carrera 80 cerca a la estación Floresta del Metro y cuya especialidad era la comida de mar, y  a Julián R. por más que me vendiera esta Medellín tan fashion, no me lo imaginaba sentado en ese lugar de sillones rojos de terciopelo y meseros de corbatín, tan, pero tan ochentero, que justo él me dijera que iba a Zorba me sonó  raro. Yo nunca fuí cliente de ese lugar porque cuando estaba de moda era re chiquita, pero vivía a una cuadra de Zorba y era un referente de la zona. ¿De cuál Zorba me hablaba mi querido Julián R, si el local del antiguo Zorba está hace años  ocupado por una mueblería?  No  le pregunté a mi querido amigo, porque conociéndolo, me mata, porque estaba desactualizada de este Medellín gastronómico, así que me quedé calladita y cuando colgué la llamada hice mis averiguaciones  y encontré  que había un Café Zorba sobre la calle 8 en el Poblado, en la misma cuadra del Colegio Palermo, y que caminando, también se puede entrar por el Parque Lineal  de la Presidenta.  Puse a Zorba en lista de espera para conocer y le llegó la hora el jueves pasado, cuando con  una  querida ex jefa y una ex compañera - Sí,  las mujeres podemos trabajar juntas y ser amigas-  fuimos a  tomar el algo.


Salón principal. Foto tomada página Facebook de Café Zorba

Mesas en el jardín de entrada por el Parque Lineal de la Presidenta. Foto página Facebook Café Zorba

Al entrar por la calle 8 te das cuenta que el lugar se mantiene como la casa que alguna vez fue: Se entra por la sala,  a la izquierda hay un cuarto,  luego un patio y al fondo el salón principal de Zorba  con vista abierta al Parque Lineal  de la Presidenta y a un jardín interno de la casa que está en el primer piso y donde está la puerta que permite el acceso de los clientes  por el Parque Lineal. Nosotras: Adriana, Carolina y yo  nos sentamos en el salón principal y pedimos para compartir una entrada de  hummus que  es puré de garbanzos, ajo, zumo de limón y tahini – pasta de semillas de sésamo- , un plato muy tradicional de la cultura del Oriente Medio y del cual tenía antojo desde hacia tres días y estaba loca por prepararlo, así que cuando lo vi en la carta me alegró. A Carolina le pareció que el sabor no era tan fuerte como que le faltaba sal y mayor gusto a ajo. Yo como tenía tanto antojo,  me lo comí feliz con el pan árabe del que venía acompañado. 

Hummus $9.500. Foto yo



Para tomar,  Adriana y yo,  pedimos cada una un jugo de manzana y hierbabuena con base de yogurt y leche y Carolina uno con la misma base pero de mora y banano. Estaban deliciosos, lo único es hay que tormarlo rápido  porque la leche se corta y se vuelve muy espeso y con una textura arenosa.

Jugo de manzana  y hierbabuena $4.000. Foto yo

La buena onda del lugar nos tenía felices porque es  perfecto para tardear con los amigos, o ir solo a leer en un sofá o trabajar con el computador. Apenas va cayendo la tarde, en las mesas ponen velas y la iluminación baja como si fuera un bar. Para cerrar nuestra conversación femenina pedimos  tres cafés americanos y una porción de torta bavariana de manzana, les recomiendo la torta que tiene queso fundido y canela espolvoreada y es muy pero muy suave.  La cuenta por el hummus, tres jugos, tres cafés y una porción de bavariana fue $33.500. sin propina. O sea $11.000 cada una.

Bavariana de Manzana. Porción $4.500. Foto Facebook de Café Zorba

Me fuí ese día convencida que Café Zorba era mi nuevo lugar en el mundo, y como soy tan intensa, volví ayer domingo, esta vez, también repetí parte de la compañía, fui con Caro. Teníamos la intención de trabajar en  el diseño de una web con nuestros perfiles profesionales, así que  nos acomodamos y Caro pidió un  jugo de limón y pepino  y yo el de mora y banano, el de limón era muy refrescante, el mio riquísimo pero como les conté después de un rato se espesa, también pedimos una entrada que no me acuerdo como se llama pero ahí les dejo la foto

Entrada de pan pizza, albahaca, aceituna negras, pasta de tomate y almendras tostadas.


El amor a primera vista existe y uno después le va encontrando los peros y Zorba dejó de ser mi nuevo lugar en el mundo, por una única razón, que nada de la carta tiene proteína animal, ¿se entiende? todo es vegetariano - Esto que no lo lea Julián R, porque va a decir que amo la carne, pero la carne argentina- . Casi colapso cuando quisimos pedir una pizza y no había ni asomo de alguna con un jamoncito al menos y lo peor pasó cuando quise con una coca cola paliar mi excesiva sed y tampoco venden gaseosas. What???. Así que pedimos una pizza de tomates secos, champiñones y aceitunas negras. Ustedes no se hacen una idea del sabor de esa masa, no es delgada como de pizza a la piedra, tampoco gruesa con mucha miga adentro, es un grosor  medio  y el sabor es tan increíble que crees que el borde esta relleno de queso. La coca cola la suplimos con un té frío de limón, que como todo en Zorba sabe rico.  Comprobé con la pizza que de  ese amor a primera vista pasamos a una relación estable donde estoy dispuesta a aceptar algunos defectos.

de las 7 de la noche, el ambiente es demasiado romántico y no queríamos dañar la escena con la luz horrible de las pantallas de los computadores, así que pedimos la cuenta que  por dos jugos, dos té fríos, una entrada y una pizza fue $41.500. La propina no está incluida y hay un frasco en la barra  para que los clientes deposite ahí la propina que que consideran por el buen servicio de los meseros. 

Una recomendación si van en semana es que traten de ir  en un solo carro porque la zona es  de parquimetro y si paran en Zorba a tomar un café y a leer un par de horas les puede salir más caro el parqueadero que la cuenta.

Anécdota aparte, tuve el siguiente diálogo  por teléfono con Ana, una amiga
Yo: Voy a verme  con Adriana y Carolina en Zorba
Ana  ¿ En Zorba? (voz de asco)
Yo: ¿ Cuál Zorba conocés?
Ana: Pues ese que queda en la 80 cerca de la estación del Metro
Parece que no soy la única con recuerdos ochenteros. ¿ Cuántos de ustedes pensaron que se trataba de ese Zorba?